Bienvenidxs

Somos Pablo y Gabriela, artistas fundadores de Gurda Producciones. Amamos el arte en todas sus formas y expresiones. Encontramos en el Blog una nueva forma para expresar lo que sentimos. En este contexto particular de pandemia la escritura nos permite plasmar ideas y abrir canales de diálogo con ustedes. Compartimos este espacio con la artista plástica Liliana Esperanza, que con sus colores puso imagen a nuestras letras. ¿Nos acompañan?

El tango te espera

Mi viejo tenía una frase que decía “el tango te empieza a gustar después de los treinta...”.

Parecía que luego de cumplir esa edad la vida no era tan sencilla: el laburo, la situación económica, los amigos, el juego, el escavio, el amor, la desazón, el perdón y por sobre todas las cosas, lidiar con el corazón. 

Daba cuenta que uno ya era grande, no solo podía ponerle “el pecho a las balas” y salir adelante, sino que también había disfrute, juerga en las noches y sol de Palermo. Lo importante era que uno elegía su propio destino, era el compositor de su propia historia, tomaba decisiones tajantes que podían determinar el futuro. El tango, para mí , reflejaba eso y cuando te llegaba la identificación era el momento donde se te erizaba la piel y se te piantaba un lagrimón (a escondidas, claro).

Me llamaba la atención que muchos de los tangos que se escuchaban en mi casa terminaban con la palabra corazón, Coo-raa-zoooón. El órgano vital más importante del cuerpo metido en cientos de tangos; sin corazón no hay vida, sin corazón no hay tango. No era un tema “médico” como “cuidemos el corazón”, “no beba alcohol”, “haga ejercicios tres veces por semana” y “tome dos litros de agua por día”, todo lo contrario. El corazón asociado al honor, a la traición y a la lealtad.

Entre sueños de sábado por la mañana, escuchaba desde mi pieza, a lo lejos, como sonaba el viejo grabador Grundig en la cocina con la orquesta de Troilo y la voz de Fiorentino. Tengo la imagen ahora mismo, si fuera pintor haría un cuadro de situación. Para mí era un lamento que sonaba a 20 metros, difícil de comprender por qué tanta agonía. La voz del cantor sollozaba, como sufriendo, algo tenía que decir, que contar. No había sido una vida fácil pero parecía bien vivida, amores y desamores, esperanzas, desesperanzas, desalojos, mudanzas, Martingala, mala suerte, nostalgias familiares, el café y los amigxs: esos que ponen el hombro para llorar y nos tapan para que no nos vean. Y por sobre todas las cosas, lo más importante, casi al mismo nivel del corazón, La madre. La figura central de todo este asunto.

Yo estaba de acuerdo, mi vieja era intocable. En la escuela podía ser motivo de pelea y los tangos reflejaban lo que yo pensaba. Estaba completamente seguro que para defender a la Vieja no hacía falta cumplir treinta. El estandarte principal, lo que no se discute, y con lo que no se jode, eso sí podía comprenderlo perfectamente, y cada tango que escuchaba acerca de “la madre” me sentía completamente identificado. 

Lo cierto es que entré al tango por la música; nobleza obliga, no fue por el discurso. El tango me cautivó desde el principio por su musicalidad, por su fuerza, su imperancia. La orquesta fue lo primero que me atrajo, todos esos instrumentos sonando al mismo tiempo, la fila de bandoneones sincronizados, los violines melodizando, el piano en contrapunto y la mano izquierda pegada al contrabajo controlando la parte rítmica. Arriba de todo eso, el cantor: ¿Qué más querés?. 

Arranqué con las orquestas del cuarenta, después vino Gardel y ya no pude dejarlo, al revés de algunos. El tango entró en mi corazón desde el primer momento, mucho antes de los treinta, tal vez porque me gustaba la música, tal vez porque lo escuchaba mi viejo, o tal vez porque es cierta la frase “El tango te espera”, y conmigo no tuvo que esperar mucho.

 

 


 

¿Qué más querés?

Liliana Esperanza 

Noviembre 2020

 

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